Somos las voces de la tierra, el ruido de tormento de la Pacha que se desprende como polvo cuando pisamos fuerte. Somos la imagen legible de la Madre tierra cuando se nos imprime en la palma de la mano de tanto trabajarla. Somos el canto de las floras y faunas sucumbiendo con el viento para llegar a oídos de otros. Somos gestantes como raíces que emergen desde el seno de la tierra a la superficie. Somos mujeres por naturaleza.
Conocer el entorno donde nacemos y su sabiduría es a veces más fácil de lo que creemos, con solo prestarle atención al sonido de los pájaros, al cambio de hojas de los árboles o a las características de las flores de cada territorio. Cada ambiente nos marca el camino con indicios, la naturaleza se presenta ante nosotros como es, y está en nuestro poder ser un huésped más o intentar domesticarla. Nely Paez pertenece al bosque chaqueño, arraigada a las costumbres del monte, esta chaqueña es una conocedora fanatizada por el medio donde nació. Su campo es un espacio de producción sustentable, en él mantiene un grupo reducido de animales vacunos, porcinos, cabríos y aves. Cuenta con un espacio destinado a la preservación de la flora y la fauna nativa y este es el 80 por ciento del total de su tierra. La denomina “de clausura” porque es un hábitat que cuenta con senderos o caminos estrechos que ayudan a observar las necesidades de la fauna silvestre. Este refugio natural fue pensado para proveer de agua más duradera ya que es uno de los males que aquejan por las grandes sequías. Estas intervenciones siempre fueron pensadas desde su lugar para que se den con la menor injerencia en el ambiente, y así no desfigurar la imagen del sotobosque, con el fin de preservar y mantener la autenticidad que lo caracteriza al conocido Chaco impenetrable.
La historia de Nely se refleja mucho en el suelo de su monte querido, con descendencia Quechua-Aimara por el lado paterno y con la mezcla de lo que se les conoce como los “costeños” por parte de su madre. Se siente parte de la tierra dura y de las plantas con espinas, que la sabia naturaleza modifica para subsistir. Creció en el monte, estudió en un internado como pupila en Santa Fe, gracias al gran esfuerzo del trabajo de su padre, y siempre se esmeró por volver a su Chaco querido, con un propósito de ayuda humanística para todos los que la necesiten. Lucha desde chica, haciendo prevalecer siempre la cultura ancestral y respetando la formación de los “sabios analfabetos” como ella los reconoce. Ellos poseían mucha sabiduría sobre la tierra donde vivían, por el empirismo, por haber pertenecido al mismo lugar y conservar los saberes de generación en generación. La cultura nativa fue el pilar de conocimiento para su vida. Rescata el valor del pueblo originario, lo reconoce como su propia historia y marca la conquista de la llegada del español a ese impenetrable como un intercambio enriquecedor para las dos culturas.
La historia narra que desde su nacimiento, ese Chaco agreste daba de comer y de beber con puntos de vertederos de agua dulce estratégicamente ubicados por el aborigen, a esos españoles que llegaban a tierras con afán de colonizar. La organización y el planeamiento de los recursos de estas comunidades indígenas eran como una táctica de supervivencia, sabían que cazar, que recolectar y en qué momento, también dónde encontrar el agua en las tierras arcillosas debajo los árboles para preservarlos de la evaporación. Toda esa sabiduría fueron comportamientos estratégicos de supervivencia que el Español no tuvo en cuenta para sobrevivir en el impenetrable.
La deuda es latente con las comunidades aborígenes, Nely con su trabajo y sus inquietudes pudo destramar esa historia y hacerla viva para el descubrir de los otros. La historia nos permite saber dónde hay que volver, dónde no debemos regresar y aprender de los que con cooperación primitiva nos unía bajo la misión de subsistir en comunidad. Sus palabras en la charla parecía que brotaban del suelo chaqueño, parecían duras como esa tierra y muy por debajo fluía como agua una dulce una esperanza de mantener vivo su monte amado.
Hoy Les comparto la receta del «API VIEJO». Desde la mano de Nely
Es el maíz común, preferible de la especie «cuarentón» porque espesa más; se muele en mortero (o bien cualquier maíz quebrado). Se deja remojar en agua tibia un par de horas. Luego se coloca a hervir con el doble de agua al volumen del maíz, a fuego fuerte. En cocina a gas durante 2.30 hs. En fogón se cocina en una hora porque es calor más firme y amplio. Continuamente se revuelve con espátula de madera o mecedor. Eso para espesar el jugo del almidón del maíz. Previo a retirar la olla del fuego, agregar una cucharadita colmada de bicarbonato de sodio. Es el saborizante y conservante. Le da ese toque final del sabor especial típico de la Mazamorra. Se puede reemplazar el bicarbonato x «lejía» q se obtiene de la ceniza al quemar ramitas secas de Mistol diluida en agua. Se consume para acompañar carne asada, como plato principal x q es rico y nutritivo, o agregando leche; o con miel; o azúcar.