(Por Marina Suárez, Técnica en criminalística y criminología)
Dentro de lo que tiene que ver con la criminalidad, es decir cuando alguien ha cometido un delito, puede surgir que la conducta que lo llevó a cometer el mismo, tenga que ver con Trastornos de la Personalidad. La Psiquiatría forense se ocupará del cómo, del porqué de dicha conducta delictiva, del estilo de personalidad que sustenta dicho accionar. Para la psiquiatría forense, el victimario lleva consigo el acto criminal en su propio psiquismo. Sus conductas están asociadas con trastornos psicopatológicos, tanto durante como después del delito.
En el siglo XIX se consideraba a la psicopatología como “insanidad moral”. Actualmente se la conoce como un “desorden de personalidad social” o “sociopatología”. Los expertos opinan que un sociópata es el resultado de varias características “desastrosas” personales, biológicas y sociales (teniendo en cuenta que estas características se darán en un contexto sociohistórico determinado), ya que siempre decimos que nadie nace violento, sino que la misma violencia surge del ámbito socio cultural del momento en que se produce dicho acontecimiento delictivo.
Todos los seres humanos nos adaptamos constantemente al medio en el que habitamos para prevalecer con el objetivo de seguir una meta, pero cuando esto es distorsivo, significa que nos faltan herramientas para adaptarnos al mundo, aquí es donde aparecen los trastornos de la personalidad, que configuran un fracaso en la adaptación desde dos puntos de vista de defecto o deterioro en la identidad propia y/o fracaso en las relaciones interpersonales. Los trastornos de la personalidad son trastornos en el carácter, en la interacción constante de nuestro temperamento, de aquello que no podemos prescindir, nuestro acervo genético, esto que es moldeable y el carácter tiene que ver con esto y las influencias del ambiente.
Generalmente no se valora el contexto donde se realizan las conductas disruptivas a veces delictivas. Hay que tener en cuenta que muchas personas no tienen el acceso a una salud de calidad, otros han nacido en barrios de emergencias, altamente carenciado donde probablemente su nutrición sea pobre y como consecuencia tenga alteraciones en el neurodesarrollo y neuromaduración en donde haya, posiblemente, niveles de violencia extrema en los hogares donde el cerebro se va desarrollando, y no podemos esperar de esa persona una conducta neuroadaptada.
Ya desde el siglo pasado se ha diferenciado entre lo anormal patológico y lo anormal no patológico, y aquí se incluía a las psicopatías, que si bien eran absolutamente tratables a nivel psiquiátrico/clínico, en el ámbito del derecho penal eran consideradas como no patologías y aquellas personas que padecían estos problemas eran condenadas y obviamente al no recibir un tratamiento dentro de la cárcel, ya que no hay un equipo interdisciplinario para tratamiento y reinserción social, salían de prisión con un deterioro psíquico importante; situación preocupante a tener en cuenta a la hora de las relaciones interpersonales con la sociedad fuera de la cárcel. Esto ha llevado a que muchos especialistas del área de salud mental hayan establecido que las aéreas corticales del cerebro tienen íntima vinculación con las conductas de este tipo de sujetos. Tienen mucha importancia las vivencias en edades tempranas, traumas afectivos, que derivan muchas veces en una personalidad psicopática y que obviamente pueden ser causales de modificaciones irreversibles en aéreas y circuitos cerebrales esenciales de la conducta humana.
Los informes periciales psiquiátricos o psicopatológicos son considerados elementos absolutamente necesarios en orden a la determinación de la peligrosidad criminal, sin perjuicio de que posteriormente el juez, no se encuentre vinculado por las conclusiones que al respecto formule el perito.
Diariamente nos encontramos con conductas antisociales tristemente típicas, que tienen que ver con nuestro entorno socio cultural actual, comportamientos distorsivos que tienden a dañar el entorno y romper las reglas, estas son las acciones agresivas que configuran conductas antisociales en nuestros tiempos. Se pueden evitar las mismas con la contención familiar desde edades tempranas, junto con la educación y políticas públicas que favorezcan al desarrollo de una sociedad de calidad, políticas de prevención y visibilizando sobre todo a la víctima desde los Derechos Humanos.